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    Psicología y carácter del nuevo miembro de la manada

    El perro y su entorno: nosotros.
    Un aspecto básico es que el perro es un animal de manada. Todos los cánidos, sin apenas excepciones, viven y trabajan en sociedad. Dado que al separarle de su madre y hermanos de camada, le introducimos en un ambiente diferente, donde sus únicos compañeros van a ser personas, el perro traslada su comportamiento social a su nueva «manada». De hecho, es esta capacidad de adaptarse fácilmente a convivir con las personas la que hace del perro un animal doméstico tan útil. Hay perros más predispuestos que otros a convivir con la gente, pero esto es algo que depende en general del caracter de la raza a la que pertenece el perro, y en particular, del propio carácter individual del perro y del trato que recibe. El perro tratará de adaptarse siempre a las «normas» de su nueva manada. Sin embargo, este margen de adaptación tiene un límite, por lo que debemos colaborar a que le sea fácil, dándole un ritmo de vida regular, y actuando para con el teniendo en cuenta una serie de consideraciones que influyen en su convivencia con las personas, relativas a el carácter del perro, su nivel de inteligencia, comprender su comportamiento y por qué actúa como lo hace, y comprender lo que nuestro perro nos quiere comunicar (él a nosotros ya nos entiende).   
    Carácter.
    En toda manada existen unas jerarquías. El perro ha de tenerlas muy claras para sentirse a gusto. Es decir, necesita saber quien está por encima de él (y puede darle órdenes) y quien por debajo. De cara a evitar problemas, ha de dejarse muy claro que las personas con las que convive están por encima de él. Pero el cómo acepte la autoridad del amo, está en relacción con el carácter y la personalidad del perro. En un perro de caracter tranquilo y dócil, esto no presenta mayores problemas. Pero si elegimos un perro de carácter dominante, hay que demostrarle desde cachorro quién es el que manda, de forma que obedezca por gusto y por respeto, no por la fuerza. Si el perro nota falta de carácter en sus dueños, reticencia a castigarle cuando se porta mal o no obedece las órdenes, o incluso falta de interés (se le deja campar a su aire sin imponerle restricciones), el perro asocia todo esto a un «vacío de poder». Por instinto tratará de llenarlo, ya que alguien tiene que dirigir la manada, y ¿quién mejor que él, si piensa que es el más fuerte?. Por supuesto, no se trata de actuar tiránicamente o aplicar castigos desproporcionados (esto confunde al perro y ¡mucho ojo! son muy sensibles a que se les trate injustamente, y se rebelará). Si tienes un doberman, por ejemplo, y el animal nota que su amo es severo pero justo, respetará la jerarquía porque se siente a gusto al estar «dirigido» por alguien que sabe «mas fuerte» que él, y nunca dará problemas. Algunas normas que conviene seguir:
    • Desde cachorro (¡especialmente cuando es cachorro!), al jugar «a pelear» con el no debe permitirsele que se ponga encima. Es una posición de dominio, e intenta alcanzarla para saber a qué atenerse. Muy bien, pues se le explica: en cuanto se pone encima, con firmeza, se le echa al suelo, se le pone panza arriba y se le inmoviliza unos instantes.
    • Se le dejan juguetes a mano, que serán suyos. Si intenta coger cualquier cosa que no se le haya dado, se le quita sin contemplaciones.
    • Si quieres hacerle mimos, que se los gane. Es decir, si te apetece acariciarle porque sí, dale cualquier orden (sientate, ven aqui, …) y cuando la cumple, se le hacen todas las caricias que te apetezcan (de paso esto sirve para educarle).
    • Un privilegio del jefe de la manada (entre los cánidos) es que puede tocar a cualquier otro miembro del grupo cuando le apetece. Tócale de vez en cuando, haciendo que se acueste y acariciandole todo el cuerpo, barriga incluida (ponerse panza arriba es muestra de sumisión). Por supuesto, no debe permitirsele que él te toque siempre que le apetezca.
    • Hay que usar «el palo y la zanahoria» con justicia, premiandole cuando obedece y castigandole de alguna forma cuando no obedece. De hecho, hay que hacer que obedezca quiera o no. Así sabrá quien dá las ordenes, y que a él le toca obedecer. Por supuesto, tan malo es castigarle sin motivo como no premiarle ni con una simple caricia cuando se lo gana.
    • Normalmente, convive más de una persona con el perro. El perro notará también la existencia de una jerarquía implícita, y hay que tratar de no confundirle. Por ejemplo, supongamos que se trata de una pareja con dos hijos, mas el perro. Un par de ejemplos:
      • Uno de los niños se porta mal ante el perro. El perro lo sabrá (entienden más de lo que parece). Ha de ver que el otro «cachorro» también recibe su castigo. De lo contrario se sentirá agraviado.
      • Si el perro asume que el padre es el «jefe» (detecta que hay un «macho dominante», que es lo normal entre sus congéneres), si la madre tiene que pegarle una bronca al padre por el motivo que sea, es mejor que el perro no lo vea. De lo contrario asume que se puede cuestionar el rango, y cuando sea adulto tanteará sus posibilidades de «ascenso» en la jerarquía.
    Al adquirir un cachorro, y siempre que se pueda escoger, es conveniente hacer pasar una prueba de carácter a los candidatos. Recuerda que, en principio, el perro va a pasar contigo entre 10 y 20 años, de modo que hay que asegurarse de que el carácter que tiene es compatible con el tuyo, el tipo de vida que va a tener…  
     
    Un perro se comporta según su instinto, según su inteligencia, y según el trato que le demos y la educación que reciba. En general, según se comporte el amo, así se comporta el perro (y muchas veces se comportan igual). Cuando vemos un comportamiento que no se puede explicar por la educación recibida, suele estar en función de los factores instinto social, carácter, e inteligencia del perro. De todas formas, recuerda que la mayor parte de los problemas tienen su origen en una educación incorrecta de modo que conviene buscar primero la explicación en este sentido. perros que viven en la ciudad suelen presentar más problemas de comportamiento, ya que el entorno es mucho ajeno a su carácter natural. Los perros que viven en el campo no suelen tener muchos problemas de comportamiento, allí «trabajan», tienen más libertad de movimiento, y su entorno es más apropiado para ellos.
    Comunicación.
    Lo que entienden los perros. La capacidad de comprender de los perros varía según su nivel de inteligencia, pero en todos los casos son capaces de entendernos de tres formas diferentes:
    • lenguaje hablado (órdenes verbales y palabras que no son órdenes).
    • gestos (órdenes gestuales).
    • nuestro lenguaje corporal inconsciente.
    Según su nivel de inteligencia son capaces de aprender más o menos palabras y gestos que corresponden a órdenes explícitas («ven aqui», «sientate»…). El que obedezcan o no ya depende de su disposición a colaborar, pero lo cierto es que entender, entienden perfectamente. Hay diferencias según las razas: algunas solo entienden media docena de órdenes y son incapaces de aprender más, y otras pueden aprender y distinguir más de un centenar (incluyendo palabras que no les hemos enseñado expresamente, pero que por observación y deducción han aprendido lo que significan). Esto se refiere tanto a las órdenes verbales como a las dadas mediante gestos. En cuanto a nuestro lenguaje corporal inconsciente, son extremadamente sensibles (más aún que las personas). Nuestros gestos varían según nuestro estado de ánimo y emociones, y los perros lo captan perfectamente, y responden a ello. Y nosotros, ¿los entendemos?. Los perros, además de la capacidad de comprender el lenguaje, como animales sociales necesitan también la capacidad de expresarse. También lo hacen mediante vocalizaciones, gestos, y lenguaje corporal. Un perro, al comunicarse, lo puede hacer en tres aspectos:
    • comunicar su estado emocional.
    • expresar sus deseos y necesidades.
    • relaciones sociales (liderazgo, rango, marcación del territorio).
    No es bueno ignorar su expresiones, ya que podemos sacar mucha información de ellas. Los matices de significado que pueden expresar son muy variados, y conviene entenderle más allá de que «si gruñe está enfadado y si mueve la cola está contento», y pensar que eso es suficiente.
    Recordemos que el perro es uno más de la familia y es bueno escucharle cuando tiene algo que decir.