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    Hepatitis vírica canina

    Qué es la hepatitis vírica canina?

     La hepatitis canina es una enfermedad vírica que afecta fundamentalmente a los perros y que cursa con fiebre, anorexia, aumento de las secreciones nasal y ocular, conjuntivitis, hiperemia de mucosas, vómitos, hepatitis y edema en tejido subcutáneo (cabeza, cuello y partes declives del cuerpo).

    Es una enfermedad causada por un virus concretamente por el adenovirus canino tipo I. Este virus sobrevive durante varios días a temperatura ambiente en fómites sucios y permanece viable durante meses a temperaturas menores de 4ºC. Es resistente al cloroformo, éter, formalina y es estable a ciertas frecuencias de radiaciones UV. Por lo contrario, se inactiva por calor 50-60ºC durante 5 minutos y por yodo, fenol e hidróxido sódico.

    ¿Qué animales padecen la hepatitis canina?

     La hepatitis canina es una enfermedad que afecta a los cánidos y osos, sobretodo en animales menores de un año. La alta presencia de anticuerpos en perros salvajes y cánidos silvestres no vacunados sugiere que hay una infección subclínica muy difundida.

    ¿Cómo se contagian los perros de la hepatitis canina?

     El contagio se produce por contacto directo con animales enfermos que eliminan el virus por todas las excreciones y secreciones corporales, sobretodo por la orina donde se puede encontrar virus hasta 6 a 9 meses postinfección.

    También se pueden contagiar los animales por contacto indirecto con fómites contaminados, incluyendo utensilios para la alimentación y las manos.

    Los ectoparásitos pueden alojar al virus y por tanto pueden participar en la transmisión natural de la enfermedad.

    ¿Cómo se manifiesta esta enfermedad en el perro?

     Los perros que sufren esta enfermedad de forma sobreaguda mueren en pocas horas y con frecuencia los dueños piensan que se debe a un envenenamiento.

    Los signos clínicos más frecuentes, en perros que sobreviven al periodo virémico agudo, incluyen vómitos, dolor abdominal y diarreas con o sin sangre.

    Generalmente hay fiebre difásica y transitoria y anorexia. Es común observar amigdalitis con laringitis y faringitis. También se observa catarro, con conjuntivitis y secreción ocular y nasal.

    Con frecuencia hay edema subcutáneo de cabeza, cuello y partes dístales corporales. En perro muy graves suelen ser obvias la hipersensibilidad abdominal y la hepatomegalia.

    Puede haber también hemorragias petequiales y equimóticas debido a que se produce una diatesis hemorrágica. Rara vez hay ictericia en fases agudas pero sí se observa en algunos perros que superan esta fase. En algunas ocasiones se presenta distensión abdominal por acumulo de líquido sanguinolento. Además de todos los síntomas anteriormente indicados en cualquier momento pueden presentarse signos nerviosos como depresión, obnubilación o coma terminal.

    El curso del proceso sino se complica suele durar de 5 a 7 días antes de mejorar. Tras la recuperación y en algún caso es el único signo clínico visible, se observa edema corneal y uveítis. Los perros que presentan edema corneal tienen blefarospasmos, fotofobias y exudado ocular seroso. El enturbamiento de la córnea (imagen de “ojo azul”) suele iniciarse en el limbo y difundirse hacia el centro y puede acabar con glaucoma o úlcera corneal. En casos no complicados, el aclaramiento de la córnea se inicia en el limbo y se disemina hacia el centro.

    ¿Cómo se diagnostica la hepatitis canina?

     El veterinario suele diagnosticar este proceso tras una exploración clínica exhaustiva del animal junto con los resultados de los análisis de sangre y orina.

    Aunque con el diagnóstico clínico ya es suficiente para establecer un tratamiento, se puede confirmar el diagnóstico aislando el virus, sobretodo a partir de riñón y también de cámara anterior del ojo y el hígado y se puede utilizar para su identificación la técnica de inmunofluorescencia.

    Las pruebas serológicas más utilizadas son inhibición de la hemoaglutinación, fijación de complemento, inmunodifusión y ELISA y suelen mostrar títulos altos de anticuerpos después de la infección con virus de campo en comparación con el virus utilizado en la vacunación.

    ¿Qué tratamiento se aplica en un perro que tiene la hepatitis canina?

    El tratamiento que se aplica es sintomático ya que no hay ningún tratamiento efectivo frente al adenovirus tipo I.

    Existe un suero polivalente que protege a corto plazo y sirve como tratamiento en fases muy tempranas de la enfermedad.

    Generalmente es una terapia de apoyo para darle tiempo al animal a desarrollar anticuerpos frente a este virus, ya que si no existe complicaciones secundarias y no cursa de forma sobreaguda, el animal tiende a recuperarse.

    Como tratamiento se suele aplicar antibióticos, soluciones isotónicas, protectores hepáticos y una dieta hipoproteíca.

    ¿Cómo se previene la hepatitis canina?

    Inmediatamente se debe aislar el animal enfermo para evitar que contagie a otros animales. Asimismo se debe mantener a los animales recién adquiridos en cuarentena, antes de introducirlos en el colectivo canino.

    La mejor manera de proteger al perro es mediante la vacunación. Generalmente se suele vacunar junto con la vacuna del moquillo y de leptospirosis.

     Se puede aplicar un suero polivalente que previene a corto plazo y no interfiere con los anticuerpos maternales. Este suero esta recomendado en caso de que nuestro perro vaya a asistir a exposiciones y no haya dado tiempo a empezar la vacunación o a que se inmunice.

    Hay vacunas con el virus inactivado que para que puedan proteger al animal se necesita aplicar dos dosis de vacuna y la protección que confieren al animal es de 6 a 9 meses.

    En contraste, las vacunas vivas atenuadas tienen la ventaja que con una sola dosis protegen de forma eficaz y duradera. Así pues, debe ser nuestro veterinario quien nos indique cómo y cuándo vacunar a nuestro perro.